En 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, después de asumirse desde la política y la sociedad que las agresiones contra la población femenina constituyen una lacra incontestable, inaceptable e inasumible, a la que hay que poner freno.
En esta jornada reivindicativa, la UNESCO ha vuelto a hacer un llamamiento a la unidad y a la acción, porque, según asegura, “los derechos de las mujeres son los derechos humanos de todas las personas”. Y considero que en esta ocasión, la organización ha puesto el dedo en la llaga, al hacer un llamamiento al compromiso colectivo para acabar con estos hechos abominables.
Dar respuesta a la violencia de género nos interpela a todos y a todas, a las mujeres y a los hombres, a la gente joven y a las personas adultas, a madres y padres, abuelas y abuelos, que transmiten los valores humanitarios en los hogares, y a los centros escolares, con capacidad para fecundar convicciones igualitarias en el alumnado.
El 25 de noviembre y su mensaje violeta también apela a la responsabilidad de quienes legislan, gestionan y lideran las administraciones públicas, porque en sus manos está la construcción de un armazón preventivo y protector, que alerte y castigue, de pedagogía y progreso.
Dejo dos cuestiones para la reflexión. La primera es que una de cada cuatro mujeres en todo el mundo (27%) ha sido víctima de la violencia en pareja por parte de un hombre en algún momento de su vida. Son datos de un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que revelan que, como problema de salud pública, la violencia de género es global. Que no entiende de geografías ni de clases sociales, ni del orden ficticio de los mundos. Que infecta y coloniza hasta el último rincón de la Tierra.
Y la segunda que, según la última radiografía sobre la violencia de género en España, la forma más prevalente es la violencia psicológica, pues un 27,8% de las mujeres confiesan haber sido “humilladas o insultadas, a solas o delante de otras personas, por su pareja o expareja”, haber sido acusadas de infidelidad, haber recibido la prohibición de ver a sus amistades o de dedicarse a alguna afición o tarea fuera de casa, haber sido intimidadas o amenazadas.
No lo olvidemos: eso también es violencia, también estrangula vidas.
En este escenario de terror para tantas y tantas mujeres, mostremos nuestro rechazo, sumémonos a las reclamaciones de igualdad y seamos conscientes de nuestra capacidad para reivindicar y obtener una sociedad más justa y paritaria.
Lucía Olga Tejera
Diputada del Grupo Parlamentario Socialista por Lanzarote