Canarias

EL REDESCUBRIMIENTO DE CANARIAS EN LA OBRA DE GIOVANNI BOCCACCIO; Por Alfonso Licata

EL REDESCUBRIMIENTO DE CANARIAS EN LA OBRA DE GIOVANNI BOCCACCIO: la mirada antropológica sobre la humanidad del “buen salvaje”

En la primavera de 1291 los hermanos Ugolino y Vadino Vivaldi partieron del puerto de Génova con la intención de llegar a la India por mar al cabo de diez años. La expedición fue patrocinada por Tedisio D’Oria. Tras llegar a las costas marroquíes no se supo más de ellos. Es difícil saber si pasaron por las Islas Canarias durante su expedición; pero el descubrimiento de las Islas Canarias fue consecuencia directa de su viaje, ya que tras los diversos intentos que se hicieron para encontrarlas y seguir su ruta, el Archipiélago dejó de ser un mito y fue adquirido por el conocimiento geográfico de la época. Una fuente que ha salido a la luz recientemente revela la verdadera suerte de los hermanos Vivaldi: ellos, contrariamente a lo que siempre se ha pensado, no naufragaron con sus galeras durante la travesía del océano más allá de las Columnas de Hércules, pero no regresaron voluntariamente a su patria, debido al gran peligro que entrañaba el viaje de regreso.

El verdadero redescubrimiento de las Islas Afortunadas, sin embargo, se produjo en el año 1312 por el navegante italiano (ligur, de Varazze) Lanzarotto Malocello, y este acontecimiento marcó el fin de un antiguo mito, iniciando el período de grandes descubrimientos geográficos. Desembarcó en Lanzarote, la más septentrional de las Islas Canarias, y dio su nombre a esta isla. Permaneció allí durante casi dos décadas -hasta 1328 o 1329- siendo finalmente expulsado por una revuelta indígena, aunque no se conocen muchos datos al respecto. Los testimonios de la ocupación de Lanzarotto Malocello están documentados por múltiples fuentes. Aunque estas islas ya habían aparecido en los océanos de los primeros mapas mundiales que databan de unos siglos antes (a veces su nombre mítico aparecía encerrado en un simple rectángulo, o colocado en los extremos de los mismos mapas del mundo parcialmente conocido), sólo en 1339 estos territorios aparecieron finalmente bien definidos y diseñados como verdaderas islas, una de las cuales está indicada como “Insula de Lanzarotus Marucelus”, en el portulano creado por el cartógrafo mallorquín Angelino Dulcert, también de origen italiano. El origen genovés del redescubrimiento  está,  pues,  atestiguado  por  este  portulano   de Angelino Dulcert de 1339, que reproduce de forma incompleta las Islas, con la insignia de la bandera de Génova en la isla de Lanzarote.

Podemos decir por tanto que la llamada Era de los Descubrimientos (o Era de la Exploración) comienza con el redescubrimiento de las Islas Canarias, que constituyeron el primer trozo del «Nuevo Mundo».

Lamentablemente, el viaje de Malocello no tuvo implicaciones literarias ni abrió un debate cultural con reflexiones de carácter histórico, geográfico o antropológico.

La siguiente expedición, organizada por italianos y portugueses en el año 1341, es de gran interés porque es la primera descripción que se hace del Archipiélago y sus aborígenes. La empresa estaba bajo la dirección técnica de los italianos Niccoloso da Recco y Angiolino de Teggia dei Corbizzi, este último capitán de la empresa.

Este viaje está narrado en un fragmento del diario de Giovanni Boccaccio, quien escribió una crónica de este viaje, el “De Canaria et insulis reliquis ultra hispaniam noviter repertis” describiendo, entre otras cosas, a los guanches, su lengua (que variaba entre los varias islas) y sus costumbres. Se trata de la obra más pequeña, de apenas un par de páginas, de las escritas en latín por el gran escritor y humanista italiano, relativa a un viaje a las Islas Canarias en 1341, descubierta por Sebastiano Ciampi en Florencia y hoy conservada en la Biblioteca Nacional. de Florencia, llamado Zibaldone Magliabechiano. Fue publicado por primera vez por el propio Ciampi en diciembre de 1826.

Niccoloso da Recco, desde su salida de Lisboa, conocía el destino hacia el que se dirigía, refiriéndose seguramente a la experiencia genovesa de Lanzarotto Malocello, aunque no conocía a los habitantes de las islas, ya que el equipo estaba compuesto por «caballos, armas y diversas máquinas de guerra, para conquistar ciudades y castillos” que existían sólo en la imaginación de los miembros de la expedición, derivadas de su propia cultura.

De las cinco islas habitadas que ciertamente formaban parte del archipiélago canario, Niccoloso da Recco entendió la diversidad étnica y cultural que existía entre las mismas islas al constatar la existencia de diferentes lenguas, atribuyéndolo a la falta de comunicaciones y a la ausencia de tráfico marítimo entre ellos. El texto de Boccaccio sólo proporciona información sobre la población de las dos primeras islas visitadas por la expedición.

El siguiente pasaje de la obra, que transcribo, traducido al español, destaca sobre todo por su apertura y actitud favorable hacia esos mismos habitantes de Canarias de los que Petrarca, sin embargo, habla en términos decididamente negativos:

. “…… La isla de la que zarparon, tiene por nombre Canaria y era la más poblada de todas; no podían entender el idioma que hablan, habiendo intentado hablar con varios; de estatura, no sobre­pasaban la nuestra; tenían extremidades, resistentes y fuertes, con una gran inteligencia, por lo que se pudo observar. Hablaban con ellos por señas, y mediante las señas respondían como lo hacen los mudos; se respetaban entre ellos, pero especialmente a uno de ellos; y a estos calzones de palma, los demás tenían juncos teñidos de amarillo y rojo. Cantaban con delicadeza y bailaban casi como si fueran franceses; eran alegres y avispados, y bastante más familiares que muchos españoles.

Luego, subieron al navío y no les faltaron higos ni pan, que les parecieron bastante buenos, te­niendo en cuenta que nunca los habían probado antes; de hecho, el vino lo rechazaron y solo bebieron agua. También comieron trigo y cebada cruda, queso y carne, de las que disponían en abundancia y de buena calidad; bueyes, camellos y asnos, no tenían; pero sí muchas cabras, ovejas y jabalíes. Se les enseño monedas de plata que no reconocieron, como tampoco reconocieron las armas de ningún tipo. Se les enseñó cadenas de oro, vasijas talladas, sables, espadas de todo tipo, pero parecía que no habían visto ni tenido nunca nada de lo que se les enseñó; mostraron ser confiados y muy leales entre ellos, en tanto en cuanto se pueda deducir, principalmente porque no les faltó nada a ninguno de ellos, ya que antes de que faltara algo, lo dividían en partes iguales y se les daba a cada uno su parte.

Sus mujeres se casaban y las que ya estaban casadas llevaban las mismas prendas que los hom­bres; las que aún eran niñas iban totalmente desnudas, sin mostrar ninguna vergüenza por ello”.

A diferencia de Petrarca, que destaca la ignorancia y la soledad salvaje de los habitantes de las Islas Canarias, destacando cómo se guían por sus instintos naturales más que por el libre albedrío y los representa como la antítesis del ideal de lo que busca, Boccaccio describe la Los indígenas de la isla de Gran Canaria son valientes, fuertes, muy inteligentes: se respetan entre sí y el respeto que tienen por su líder es indicativo de un cierto nivel de madurez y articulación en su cultura política. Bailan y cantan tan bien como los franceses, son alegres, ágiles y más amables que muchos españoles. No están nada familiarizados con la civilización europea. No conocen las monedas de oro ni de plata, ni siquiera las especias. El texto de Boccaccio, si observamos atentamente lo que en él se acaba de describir, pone de relieve un claro contraste entre estos objetos, símbolos del materialismo de la civilización europea, y la gran confianza y lealtad que existe entre los nativos, demostrada por el hecho de que no se come nada sin antes dividirlo en partes iguales. Este es, por supuesto, un tema que se convertirá en algo común en la literatura posterior sobre exploración y descubrimiento. Boccaccio, en su representación del encuentro, refleja una visión del otro inspirada en una perspectiva típicamente mercantil que, sin embargo, deja un cierto margen de autonomía a la cultura del otro, a diferencia de Petrarca que niega al otro cualquier forma de autonomía cultural. Mientras la mirada antropológica de Petrarca está condicionada por el discurso imperialista de evangelización y conquista que se desarrollaba en ese período en la corte de Clemente VI, la representación del otro por parte de Boccaccio emerge de una cultura híbrida, humanista y mercantil. De hecho, uno tiene la clara impresión de que Boccaccio quiere en cierto sentido culpar y castigar la cultura de los europeos y, en particular, subrayar polémicamente su degeneración moral. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el encuentro con el otro muchas veces no es un encuentro basado en la reciprocidad, ya que el sujeto europeo tiende a proyectar su propia apariencia sobre el otro para afirmar sus propios programas imperiales, religiosos y sociales.

De la primera isla visitada y de sus habitantes, en De Canaria leemos: “La primera vez que la descubrieron tenía 140 millas de circunferencia; Todo era una masa de piedra, inculta, pero abundante en cabras y otros animales, y muy poblada de hombres y mujeres desnudos, que se parecían a los salvajes en sus hábitos y costumbres.» Niccoloso da Recco y sus compañeros se llevaron la mayor parte de las pieles y grasas de la isla, pero no entraron al interior. Considerando que se trata de la primera representación de un pueblo no occidental, es muy probable que haya que hacer referencia a los habitantes indígenas de la isla de Fuerteventura no sólo para la descripción de la isla sino también porque se supone que los miembros de la expedición conocía el derecho de la República de Génova sobre la isla de Lanzarote, descubierto por ellos y dibujado en el mapa de Dulcert, por lo que decidieron evitarlo y dirigirse hacia la isla de Fuerteventura. De este fragmento podemos resaltar algunas de las características que a ojos de los líderes de la expedición podrían considerarse ejemplos de barbarie: la primera era la vida pastoril a expensas de la agricultura y el hecho de que la isla estaba «inculta» y » abundante» en el ganado vacuno y otros animales», aunque es necesario subrayar que para el cristianismo latino la figura del pastor no era necesariamente comparable a la del salvaje. El segundo se refiere a la desnudez colectiva e indiscriminada de hombres y mujeres. Y finalmente «costumbres y tradiciones», aunque el texto es vago al especificar a qué costumbres se refiere.

La imagen de «salvajes» atribuida a los habitantes de la primera isla en el texto de Boccaccio contrasta radicalmente con la imagen positiva de los habitantes de la segunda isla visitada que, explícitamente, el texto indica es «Canaria», la actual isla de Gran Canaria. Boccaccio plasma en su obra varios elementos típicos del imaginario de la civilización medieval que pueden explicar por qué, a diferencia de los salvajes de la isla de Fuerteventura, los habitantes de la isla de Canaria fueron percibidos positivamente bajo la mirada de da Recco. Estos elementos son: autoridad y jerarquía social; habilidades de comunicación; apariencia física, capacidad mental y comportamiento; y la vida agrícola, sedentaria y civil. En cuanto a la autoridad y la jerarquía social, Boccaccio subraya que «algunos parecían mandar sobre los demás».

Desde la época de Tomás de Aquino se creía que existía una relación directa entre la apariencia física, la capacidad mental y el comportamiento. Estos tres aspectos fueron, en conjunto, destacados por Boccaccio en la descripción de los cuatro prisioneros canarios de los que dice que “son jóvenes, imberbes y de buena figura; (…), tienen el pelo largo, rubio y lo cubren hasta el ombligo», «tienen miembros robustos, son fuertes, muy valientes y aparentemente inteligentes». Pero, tal vez, lo que Boccaccio describió con mayor admiración fue el comportamiento de los isleños, a los que definió como «muy valientes», añadiendo que «su lealtad es muy grande» y que son «alegres y sonrientes» y «bastante civilizados». Otro elemento característico de la civilización que se describe en De Canaria, a diferencia de los pastores de cabras «salvajes» de la isla de Fuerteventura, es la de una «vida agrícola, sedentaria y civilizada» ya que los expedicionarios a su llegada a Canaria «la encontraron muy poblada y cultivada: produce maíz». , trigo, frutas y sobre todo higos», por lo que desde sus barcas «vieron muchos casas pequeñas, higueras y otros árboles, palmeras infructuosas, legumbres, coles y hortalizas, además de palmeras». Además, al desembarcar en la isla, comprobaron que sus casas y edificios “estaban construidos con piedras labradas con gran arte y cubiertas con madera hermosa y grande”, las cuales “eran todas muy hermosas, revestidas de excelente madera, y muy limpias, tanto que se diría que su interior estaba encalado con yeso”.

De Canaria, además de estas características consideradas propias de una sociedad civil, también atribuyó a los habitantes canarios el hecho de practicar el matrimonio, tener un sistema numérico y también una religión, dada la existencia de una capilla o templo situado en la ciudad visitada por los expedicionarios. El nivel de admiración de Boccaccio por esos isleños es tal que los compara en términos iguales, e incluso superiores, con los pueblos del Occidente cristiano. Por ejemplo, afirma que «bailan a la francesa», que eran «bastante civilizados y menos groseros que muchos españoles» y «su lengua es muy dulce (…) como el italiano». Incluso su desnudez colectiva, característica que en el cristianismo latino era un elemento de barbarie, fue resaltada durante la narración como reflejo de un estado de inocencia. Estas dos representaciones, tanto la de los habitantes de Fuerteventura como la de los habitantes de Canarias, en realidad no son contradictorias entre sí ya que ambas responden al mismo principio etnográfico utilizado por los escritores medievales del Occidente cristiano, es decir, que de degeneración, aunque a través de dos modelos diferentes: por un lado, los habitantes de Fuerteventura son representados utilizando el modelo de los “salvajes”, en el que las personas eran relegadas al nivel más bajo del ser, es decir, infrahumanos, hombres bestia o salvajes. , como fue el caso de estos isleños, mediante una discriminación que contempla principalmente aspectos culturales más que los ligados a la apariencia. Los habitantes de Canarias, sin embargo, están representados siguiendo el modelo del «buen salvaje», más utilizado por comentaristas que por observadores como en el caso de Boccaccio.

Los salvajes de Fuerteventura aparecen explícitamente en el peldaño más bajo de la escala de valores de la humanidad. Como antítesis y punto de referencia para poder definir la barbarie de esta última, implícitamente, el Occidente cristiano se revela, a través del testimonio de da Recco y la pluma de Boccaccio, como una civilización. Y finalmente, en un punto intermedio de la cadena están los habitantes de Canarias que, sin ser totalmente salvajes ni civilizados, aparecen en un estado casi mítico en el que el estado natural es un estado afortunado, digno de emulación por los hombres civilizados.

Así, desde el inicio del encuentro, parece claro que los habitantes del primer Nuevo Mundo descubierto por el cristianismo latino fueron identificados como salvajes e infieles, que, tras ser negados como Otros, debían ser combatidos, civilizados y cristianizados y, finalmente,  obligados a unirse a la totalidad dominante que los percibía como «enemigos de la fe» dignos de ser sometidos a la pérdida de su libertad, de sus bienes y de su legítima autoridad para gobernarse a sí mismos. Esta situación ayuda a comprender las primeras expediciones de la Europa cristiana, que dieron lugar a incursiones contra las poblaciones indígenas de las Islas Canarias, constituyendo estas últimas parte del botín obtenido mediante el uso de la violencia, como también relatan los escritos de al-Maqrizi, Ibn Jaldun, el rey Alfonso IV, el propio Giovanni Boccaccio y otras fuentes de la época.

Alfonso Licata

Presidente Sociedad Dante Alighieri de Canarias

Presidente VII Centenario del redescubrimiento de Canarias porel navegante italiano Lanzarotto Malocello

Corresponsal Consular de Italia en Lanzarote

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Montesquieu vs Sánchez; Por Jacobo Medina

Tengo el privilegio de haber nacido ya en una democracia, joven allá por finales de los 80, pero que entusiasmaba al país. Una política de consenso, de acuerdos y, sobre todo, con una idea común pese a las fuerzas políticas diversas que existían: la unidad de España.
 Ahora, en 2023, todo eso que se construyó, peligra. Y peligra por algo tan pequeño como egoísta, y no es más que la ambición de Pedro Sánchez de mantenerse en el poder. De perpetuarse en Moncloa pese a perder las elecciones del pasado mes de julio, y no solo eso, sino llegando a acuerdos con enemigos de España y formaciones que pretenden romper este país, como los partidos independentistas catalanes.
 Y no cuestiono la necesidad de llegar a acuerdos, porque afortunadamente pertenezco a un partido, como el Partido Popular, que siempre ha sido un ejemplo en dialogar y consensuar con otras formaciones políticas. Pero siempre lo ha hecho amparándose en la ley, en nuestra Constitución, y en la base de nuestra democracia: la separación de poderes. Una cuestión que parecía impenetrable, pero el señor Sánchez no tiene problema en traspasarla y poner en peligro la unidad del país.
 Decía Charles Louis Montesquieu que “la ley tiene que ser como la muerte, que no exceptúa a nadie”. Y parece una cita más de todas las que el escritor y pensador francés del siglo XVII nos dejó, pero ahora cobra un sentido mayúsculo, pues parece que Pedro Sánchez o se cree inmune a la ley, o estamos frente a la mismísima muerte.
 Porque acordó con Junts per Catalunya (partido político que no hay que olvidar que tiene un líder, Carles Puigdemont, que es un prófugo de la justicia que huyó a Bruselas para evitar cumplir con sus delitos en España) aprobar una Ley de Amnistía, que a groso modo y para que todos lo entiendan, es una ley que exime a todos los condenados por el referéndum ilegal de 2017 de todos sus delitos. Es decir, que pasan por encima del poder judicial y, mediante un decreto, perdonar los delitos.
 Esta decisión totalmente arbitraria del señor Sánchez es un auténtico atraco a la democracia española, porque ha pisoteado los derechos de los más de 48 millones de españoles, y dinamitando la separación de poderes que tanto costó tener desde hace poco más de cuatro décadas en España.
 Y las cosas hay que decirlas como son, Pedro Sánchez quiere ejercer, mediante este tipo de actitudes, el poder legislativo, ejecutivo y judicial, y un lugar donde el presidente hace eso se llama dictadura. Hay motivos para empezar a preocuparse, y mucho, por las decisiones del señor Sánchez.
 Y no, no somos alarmistas, somos realistas. Porque si la Ley de Amnistía supone una lapidación a la democracia, el acuerdo de perdonar 15.000 millones de euros de deuda a Cataluña es, sin lugar a dudas, un acto de privilegios hacia una Comunidad Autónoma y, por tanto, un ejercicio de falta de respeto y de desprecio hacia el resto, entre ellas a Canarias.
Porque mientras perdona millonadas y entrega la red de trenes regionales a Cataluña, aquí vivimos la mayor crisis migratoria de la historia, con llegadas diarias de embarcaciones llenas de personas migrantes irregulares y con los recursos muy por encima de su capacidad. ¿Qué ha hecho el señor Sánchez ante esto? Muy sencillo: lamentar la situación y enviar aviones a Senegal. O lo que es lo mismo: reírse continuamente de todos los canarios.
 En Canarias sufrimos la situación geográfica de región ultraperiférica, con una crisis migratoria sin precedentes, y con una deuda por parte del estado de 4.400 millones de euros. Eso es lo que ha conseguido Pedro Sánchez y el PSOE con nuestra tierra. Y lo hizo cuando en la legislatura anterior gobernaban en el Gobierno de Canarias, en teoría para “mejorar la vida de los canarios”, aunque lo que hicieron fue cavar un agujero más hondo para meternos en él.
 No sé hasta cuando seguirá esta situación, pero este domingo ya vimos que España no está de acuerdo con estas políticas. Las capitales y las grandes ciudades se llenaron de banderas de España y de logos del Partido Popular, aclamando un cambio necesario y urgente.
 No necesitamos sus políticas señor Sánchez, necesitamos restablecer el orden político de nuestro país. Nuestra democracia no se vende a nadie, y menos por perpetuarse en el poder. Tenga decencia y pare de “pegar latigazos” a todos los españoles. Jacobo Medina, secretario general del PP de Lanzarote
Jacobo Medina, secretario general del  PP de Lanzarote 

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Cien días perdidos; Por Nira Fierro

Cien días es el periodo de gracia que por regla general suele recibir casi cualquier gobernante antes de someterse a una primera valoración sobre su acción de gobierno y proyección de futuro. 100 días son algo más de tres meses y en este tiempo el nuevo Gobierno de Canarias, presidido por Fernando Clavijo y conformado por Coalición Canaria y Partido Popular, si algo ha dejado claro son sus prioridades. Y las sensaciones, francamente, no pueden ser más frustrantes.

De momento, ni una sola medida para la mayoría social de las islas. Ni frente a la escalada de precios de la cesta de la compra ni para lidiar con la situación de colapso que vive el mercado de la vivienda o para avanzar en la reconstrucción de la isla de La Palma. Cero. Como si se hubieran evaporado sus promesas electorales o algo todavía peor, que deliberadamente se hayan desentendido de ellas.

Los socios de gobierno, por el momento, solo han adoptado una medida de cierto impacto y ha sido, oh qué cosas, para beneficiar a una minoría entre las rentas altas; a apenas seis mil canarios y canarias con herencias superiores a los 300.000€ a los que han decidido eximir del pago del impuesto de sucesiones. La medida fue adoptada en el primer Consejo de Gobierno de la nueva legislatura. Todo una declaración de intenciones.

El sesgo ideológico antes que cualquier respuesta tangible a las verdaderas necesidades de la mayoría. Este es el nuevo Gobierno que tenemos en Canarias, el más caro de la historia por cierto. Nunca antes este Archipiélago tuvo un Ejecutivo con tantos cargos políticos y puestos a dedo como el actual. Decían que venían a adelgazar la administración, pero tampoco aquí han cumplido con la palabra dada.

El segundo decreto ley aprobado por Coalición Canaria Partido Popular en estos 100 primeros días sigue la misma estela, lejos del interés general: retirar al Parlamento el control de la Radio Televisión Canaria para entregárselo al Gobierno. El riesgo de instrumentalización de los servicios informativos públicos gana enteros.

Y, mientras, siguen sin concretarse cuáles son sus planes fiscales y financieros para el próximo curso. Por ahora, todo son simples conjeturas y coloridos titulares prensa. Sin embargo, en nada entraremos en las Navidades y seguimos a la espera de conocer el techo de gasto de las nuevas cuentas generales o si, como ya van deslizando, serán incapaces de cumplir con la que fue su principal promesa electoral: la bajada lineal del IGIC del 7 al 5%, tal y como exigían una y otra vez al Pacto de las Flores.

Está claro que una cosa es la crítica fácil y las propuestas imposibles de la oposición y otra bien distinta gobernar, tomar decisiones y hacerse cargo de sus consecuencias. Un fraude electoral que ya vivimos con Mariano Rajoy hace unos años, cuando prometió como candidato una bajada generalizada de impuestos y ya en Moncloa lo que hizo fue subirlos literalmente todos. Episodio memorable aquel de descrédito político y rico alimento para la desconfianza ciudadana.

Como cuando no se respeta la voluntad de la mayoría expresada en las urnas y quien acaba ocupando la presidencia del gobierno no es el primero ni el segundo candidato más votado, sino el tercero a lomos de una alianza de perdedores. Es lo que ha pasado recientemente en Canarias y cuyo resultado ha sido un gobierno de circunstancias al que estos cuatro años se le pueden hacer largos, muy largos. Canarias no está para perder el tiempo y sin embargo los socios ya han perdido sus 100 primeros días. Para preocuparse. 

 Nira Fierro es Secretaria de Organización del PSOE Canarias y portavoz adjunta del Grupo Parlamentario Socialista

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“Amnistía” Pasar página atrás en el conflicto; Por Pedro San Ginés

Ya han corrido y correrán ríos de tinta con sesudas valoraciones jurídicas sobre la constitucionalidad o no de la amnistía exigida por el independentismo catalán a cambio de apoyar la investidura de Pedro Sánchez, pero aquí pretendo hacer una reflexión sobre las bondades que de tal amnistía nos vende el gobierno en funciones para mantenerse en él.

Vaya por delante que, particularmente, podría hasta compartir la oportunidad de modificar la Constitución para que cualquier nacionalidad de España, que no quiera pertenecer a este país, tenga el derecho a decidir por sí misma sin que se la retenga por la fuerza en un Estado del que no se sintiera parte. Otra cosa es que, teniendo el derecho de autodeterminación, defendiera la necesidad de ejercerlo y menos que, de hacerlo, deba o pueda prosperar la separación de España, ni siquiera en Cataluña a tenor de los últimos resultados electorales.

Cierto es que avanzar en el referéndum es una de las condiciones establecidas por el independentismo, sin renunciar a la unilateralidad, y así lo aprobó el propio Parlamento catalán, pero no lo es menos que el PSOE ha descartado tal pretensión, al menos de momento -que con Pedro Sánchez nunca se sabe cuándo va a “cambiar de opinión-.

Pongamos por tanto el foco en el principal argumento esgrimido para justificar la necesidad de una amnistía, por aquello de “pasar página y normalizar la situación en Cataluña, ante una situación excepcional”, dicen ahora el PSOE y Sumar, comparándola con la Ley de Amnistía de 1977.

Sin embargo, justo antes de las elecciones todo el PSOE negó la mayor con Pedro Sánchez a la cabeza, quien afirmó pública y categóricamente que “la amnistía no entra dentro de la Constitución”, en términos similares a lo dicho por múltiples miembros de su Ejecutivo y reflejado hasta en los informes jurídicos elaborados para indultar a los líderes del procés, coincidiendo entonces  en que “la amnistía sí era claramente inconstitucional”.

Por contra, ahora han tocado a rebato para decir justo lo contrario ante circunstancias supuestamente excepcionales de “interés general para el Estado”.

Cabe preguntarse pues cuál es la situación excepcional, porque desde luego no estamos ante un cambio de régimen, como se vivió con la Ley de Amnistía del 77 con la que ahora pretenden compararla, y la única respuesta creíble como situación excepcional sobrevenida es la imperiosa necesidad de Sánchez de contar con el voto de los independentistas catalanes para conservar la Presidencia.

No debemos olvidar que PSOE, Coalición Canaria, PP y Ciudadanos votamos a favor de la aplicación del artículo 155 de la Constitución y, por ende, de sus consecuencias judiciales, aunque Sánchez se desdiga ahora con que “la amnistía es una forma de pasar página y superar las consecuencias judiciales de una de las peores crisis de la democracia”. Un argumento realmente delirante e insultante para el más elemental sentido común y me explico.

¿Cómo pretenden hacernos creer que se trata de pasar página –si así fuera hasta cabría el debate de su oportunidad– cuando son los propios y potenciales amnistiados que la piden, quienes están explicitando que no es así, que el Gobierno debe admitir que “fuimos” el Estado represor el que vulneró sus derechos democráticos en Cataluña, al tiempo que anuncian que lo volverán a hacer libres de pecado, sin renunciar a la unilateralidad?

Y lo peor no es que lo diga Sumar o el propio presidente Sánchez -que ya sabemos que para conservar el poder es capaz de incumplir su palabra y compromisos electorales “cambiando de opinión” cuantas veces sea menester–, lo peor es que hay un ejército de periodistas, creadores de opinión y medios de comunicación, especialmente en la televisión pública, quienes olvidando las propias premisas de Junts y ERC insisten en alimentar la idea de que se trata de “pasar página”.

Que la amnistía no serviría para pasar página no lo digo yo, ni siquiera es un pensamiento, es lo que de manera categórica niegan y advierten explícitamente quienes la exigen.

Así que a otro perro con ese hueso. Aquí se trata de votos para la investidura, ni interés general, ni superar conflictos, ni pasar página, como no sea hacia atrás.

*Pedro M. San Ginés Gutiérrez es senador por la Comunidad Autónoma de Canarias

 

 

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LA (POCA) GRACIA DEL GOBIERNO; Por Marcos Bergaz

No deja de sorprender la exagerada apelación de varios representantes de los partidos que apoyan al Gobierno de Canarias, fundamentalmente Coalición y Partido Popular, a sus cien días de gracia.

Exagerada por repetida, y confundir la tradición de cierta moderación en la valoración de los primeros pasos del ejecutivo, con un deseo de oposición de brazos cruzados.

“Dejen trabajar, que ni cien días hemos tenido”, claman en el Parlamento de Canarias ante cualquier aprieto, con mirada mediante a la bancada socialista. Escuchándoles, parece que quisieran que la legítima crítica de los que ocupamos esa bancada marchara de vacaciones unos cuantos meses.

Pues no. Por mucho que estemos al inicio de la XI legislatura, no lo haremos. Más aún cuando ni el presidente Clavijo es nuevo en el cargo, ni las primeras decisiones de su Gobierno han sido afortunadas.

Porque poca gracia tiene que los mismos partidos del Gobierno que exigían adelgazar el Ejecutivo regional cuando gobernaba el Pacto de las Flores, ahora incremente el número de altos cargos. Y no en uno o dos, sino en más de veinte, y subiendo.

Porque escasa gracia presenta que la primera decisión de CC, PP, ASG y AHI, por Decreto Ley -que ya dirán qué extraordinaria y urgente necesidad había – consista en perdonar a las herencias millonarias el paso por la caja común de los impuestos.

Porque a qué gracia pueden apelar para que no exijamos a Clavijo, presidente y máximo dirigente de Coalición Canaria, explicaciones por saltarse sus propias líneas rojas con Vox, y no aplicárselas en el municipio lanzaroteño de Teguise.

Ante estas cuestiones, no cabe gracia, omisión, o silencio cómplice. Sino firme oposición y crítica pública, sea el primero o el último de los días de ese periodo de cortesía, que no de falta de escrutinio, rendición de cuentas y control gubernamental.

Lo contrario ni debe ser exigido por los gobiernos, ni la oposición practicar. Así que por salud democrática, menos apelaciones a la gracia de los cien días, y más rigor y tino en la toma de decisiones, que buena falta hace en este comienzo de legislatura.

*Marcos Bergaz

*Diputado del Grupo Parlamentario Socialista y concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Teguise

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